Ni furibistas ni mamertos

A algunos nos gusta Álvaro Uribe, pero no por ello lo consideramos «nuestro amado presidente» o creemos que sin Uribe no hay país. Y aún gustándonos Uribe nos sentimos libres de criticar sus propuestas o sus estilos cuando estos no nos gustan.

A otros nos gusta Gustavo Petro, Carlos Gaviria o Lucho Garzón, no por opositores sino porque son alternativas democráticas válidas que se ajustan a nuestra sensibilidad social. De ellos también criticamos su discurso anti-uribista, anti-TLC o su falta de claridad ante la guerrilla.

Algunos de nosotros consideramos que la guerrilla es uno de los peores males del país y que en la actualidad no son más que delincuentes sin sentido social. Otros creemos que su lucha simplemente se volvió anacrónica, pero que en cualquiera de los casos varias de las causas que las originaron siguen vigentes (p. ej. exclusión social) y eventualmente la verdadera paz de Colombia se logrará cuando nos podamos perdonar. Diferimos sí si el momento es ahora o si necesitamos más tiempo de seguridad democrática.

En fin, creemos que la solución a los problemas nacionales llegará cuando la gran mayoría de nosotros piense en la reconciliación y no en la polarización.

Nos negamos a que por criticar al amado presidente o a algunas de sus políticas nos tachen de antipatriotas o de guerrilleros de civil. Nos negamos a que por reconocer cosas buenas del gobierno nos tachen de fachos o ultraderechistas, o de vendidos a las oligarquías. Pero, ante todo, nos oponemos a discutir con lenguajes que destilan odio.

Podemos ser firmes en nuestras posturas, pero somos abiertos a escuchar las posturas del otro, así creamos que son equivocadas o sesgadas. Sabemos que en este diálogo continuo eventualmente nuestros propios sesgos y prejuicios se irán desvaneciendo.